jueves, 12 de junio de 2014

POESIAS DE SOLEDADES



SOLEDADES:

Poesia en las que nos relata lo que vivio en su juventud en el colegio:

Recuerdo infantil 

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel 
se representa a Caín 
fugitivo, y muerto Abel 
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco 
truena el maestro, un anciano 
mal vestido, enjuto y seco, 
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil 
va cantando la lección: 
mil veces ciento, cien mil, 
mil veces mil, un millón.
Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de la lluvia en los cristales. 

-Poemas de amor en el que nos relata su preferencia por el amor antes de la insensivilidad:

Romance

He andado muchos caminos, 
he abierto muchas veredas; 
he navegado en cien mares 
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto 
caravanas de tristeza, 
soberbios y melancólicos 
borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño 
que miran, callan, y piensan 
que saben, por que no beben 
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina 
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto 
gentes que danzan o juegan, 
cuando pueden, y laboran 
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio, 
preguntan adónde llegan. 
Cuando caminan, cabalgan 
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa 
ni aun en los días de fiesta. 
Donde hay vino, beben vino; 
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven, 
laboran, pasan y sueñan, 
y en un día como tantos 
descansan bajo la tierra. 
 Poema que nos describe la caida de la tarde sobre un jardin:

¡Verdes jardinillos!

¡Verdes jardinillos, 
claras plazoletas, 
fuente verdinosa 
donde el agua sueña, 
donde el agua muda 
resbala en la piedra!...
Las hojas de un verde 
mustio, casi negras, 
de la acacia, el viento 
de septiembre besa, 
y se lleva algunas 
amarillas, secas, 
jugando, entre el polvo 
blanco de la tierra.
Linda doncellita, 
que el cántaro llenas 
de agua transparente, 
tú, al verme, no llevas 
a los negros bucles 
de tu cabellera, 
distraídamente, 
la mano morena, 
ni, luego, en el limpio 
cristal te contemplas...
Tú miras al aire 
de la tarde bella, 
mientras de agua clara 
el cántaro llenas.

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